Por Mario Posada García-Peña, Rector de la Universidad de América.
En la era actual de avances tecnológicos y globalización, la calidad en la Educación Superior se presenta como un elemento crucial e indispensable para el progreso y el desarrollo de las sociedades y los países. En el contexto colombiano esto no es una excepción; la atención a la calidad de la educación en las instituciones no solo es una necesidad apremiante, sino un pilar fundamental para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Tanta es la importancia de este indicador en nuestro país, porque no solo garantizaría que los estudiantes puedan adquirir conocimientos y habilidades, sino competencias necesarias para enfrentar los retos del mundo laboral globalizado y contribuir así al desarrollo del mismo.
Una educación de calidad promueve la formación integral de los educandos y por consiguiente de los miembros de la comunidad universitaria a la que pertenecen, fomentando la investigación y la innovación para generar nuevo conocimiento que beneficie a la sociedad en general. Además, impulsa el crecimiento económico y mejora la competitividad empresarial y de las naciones a nivel internacional atrayendo a estudiantes y profesionales de todo el mundo, fomentando intercambios culturales y generando un impacto positivo de nuestro país a nivel global.
Por otro lado, y quizás aún más relevante, la calidad en la educación es un instrumento poderoso para la movilización social, ya que ofrece oportunidades reales y equitativas para que las personas con menor poder adquisitivo logren acceder al material de aprendizaje permitiendo mejorar sus condiciones de vida y generando un impacto real en su generación y las venideras.
No caben dudas que mejorar la calidad de la educación en un país es un desafío complejo que requiere de un enfoque integral, diferenciado y holístico, máxime si lo situamos en el contexto colombiano. Aquí se requiere del compromiso, disposición e integración de todos los actores del sistema mixto.
Para esto, es necesario plantear estrategias que puedan contribuir a la mejora del sistema educativo como: asegurar una inversión adecuada en la infraestructura educativa para garantizar que las instituciones de educación superior cuenten con óptimas instalaciones, recursos tecnológicos y un entorno propicio para el aprendizaje; la formación y capacitación permanente de docentes estableciendo políticas que incentiven su retención en el sistema; garantizar un acceso equitativo a la educación teniendo en cuenta el contexto socioeconómico de la persona y la institución, así como el desarrollo de políticas públicas de educación pensadas a largo plazo, y que se traduzcan en cambios que generen estabilidad y continuidad de verdaderas estrategias educativas que se puedan implementar para lograr un impacto sostenible en el tiempo.
La calidad de la Educación Superior en Colombia no solo es una utopía, sino que se convierte en una necesidad imperativa para construir un futuro próspero y sostenible, puesto que es esencial para el desarrollo integral de los ciudadanos y la sociedad en general, siendo responsabilidad de todos los actores involucrados garantizar que la educación sea un motor de transformación positiva para Colombia.
En la era actual de avances tecnológicos y globalización, la calidad en la Educación Superior se presenta como un elemento crucial e indispensable para el progreso y el desarrollo de las sociedades y los países. En el contexto colombiano esto no es una excepción; la atención a la calidad de la educación en las instituciones no solo es una necesidad apremiante, sino un pilar fundamental para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Tanta es la importancia de este indicador en nuestro país, porque no solo garantizaría que los estudiantes puedan adquirir conocimientos y habilidades, sino competencias necesarias para enfrentar los retos del mundo laboral globalizado y contribuir así al desarrollo del mismo.
Una educación de calidad promueve la formación integral de los educandos y por consiguiente de los miembros de la comunidad universitaria a la que pertenecen, fomentando la investigación y la innovación para generar nuevo conocimiento que beneficie a la sociedad en general. Además, impulsa el crecimiento económico y mejora la competitividad empresarial y de las naciones a nivel internacional atrayendo a estudiantes y profesionales de todo el mundo, fomentando intercambios culturales y generando un impacto positivo de nuestro país a nivel global.
Por otro lado, y quizás aún más relevante, la calidad en la educación es un instrumento poderoso para la movilización social, ya que ofrece oportunidades reales y equitativas para que las personas con menor poder adquisitivo logren acceder al material de aprendizaje permitiendo mejorar sus condiciones de vida y generando un impacto real en su generación y las venideras.
No caben dudas que mejorar la calidad de la educación en un país es un desafío complejo que requiere de un enfoque integral, diferenciado y holístico, máxime si lo situamos en el contexto colombiano. Aquí se requiere del compromiso, disposición e integración de todos los actores del sistema mixto.
Para esto, es necesario plantear estrategias que puedan contribuir a la mejora del sistema educativo como: asegurar una inversión adecuada en la infraestructura educativa para garantizar que las instituciones de educación superior cuenten con óptimas instalaciones, recursos tecnológicos y un entorno propicio para el aprendizaje; la formación y capacitación permanente de docentes estableciendo políticas que incentiven su retención en el sistema; garantizar un acceso equitativo a la educación teniendo en cuenta el contexto socioeconómico de la persona y la institución, así como el desarrollo de políticas públicas de educación pensadas a largo plazo, y que se traduzcan en cambios que generen estabilidad y continuidad de verdaderas estrategias educativas que se puedan implementar para lograr un impacto sostenible en el tiempo.
La calidad de la Educación Superior en Colombia no solo es una utopía, sino que se convierte en una necesidad imperativa para construir un futuro próspero y sostenible, puesto que es esencial para el desarrollo integral de los ciudadanos y la sociedad en general, siendo responsabilidad de todos los actores involucrados garantizar que la educación sea un motor de transformación positiva para Colombia.