Por Susan Benavides; Vicerrectora de Investigaciones y Extensión, Universidad de América.
En los debates sobre calidad en la educación superior, solemos enfocarnos en indicadores cuantificables como rankings, acreditaciones o el cumplimiento de estándares curriculares. Si bien estos elementos son importantes, existe un componente menos visible, pero esencial, que moldea profundamente la experiencia educativa: la dimensión humana del docente y su capacidad para establecer conexiones significativas con sus estudiantes.
Recientemente, junto a un equipo de investigación, publicamos en PLOS ONE un estudio que analiza cómo las habilidades blandas (soft skills) y las actitudes multiculturales inciden en la calidad de la enseñanza universitaria en Colombia. Los resultados son contundentes: los docentes que demuestran competencias como comunicación asertiva, empatía, escucha activa y resolución pacífica de conflictos no solo enseñan con mayor efectividad, sino que generan ambientes inclusivos donde la diversidad cultural deja de ser una barrera y se convierte en un activo pedagógico.
¿Por qué esto reviste tanta importancia? Porque las aulas universitarias actuales son escenarios de gran heterogeneidad. En ellas convergen estudiantes con trayectorias marcadas por diferencias étnicas, culturales, lingüísticas, de género y clase social. En contextos así, la ausencia de habilidades blandas y de una auténtica apertura cultural puede acentuar las desigualdades y limitar el aprendizaje significativo. En otras palabras, la calidad educativa no se define únicamente por el dominio disciplinar, sino también —y quizás más decisivamente— por la manera en que se enseña y por la disposición del docente para reconocer, valorar y dialogar con la alteridad.
Entre los hallazgos más relevantes de nuestra investigación, destacan los siguientes:
·La ideología multicultural —entendida como la creencia en el valor de la diversidad cultural— se asocia positivamente con actitudes inclusivas y favorece prácticas docentes sensibles a contextos diversos.
·El contacto intergrupal, sorprendentemente, no garantiza por sí solo una valoración positiva de la diversidad. Esto evidencia la necesidad de acompañar dicho contacto con procesos formativos y reflexión crítica que desmonten prejuicios y promuevan el entendimiento genuino.
·El orgullo nacional, aunque no presentó un efecto estadísticamente significativo sobre las actitudes hacia la diversidad, abre interrogantes sobre cómo construir identidad colectiva desde una lógica de inclusión y no de homogeneidad cultural.
En este contexto, el reto para las instituciones de educación superior es claro: incorporar la formación en competencias socioemocionales y en actitudes multiculturales como un componente estructural, no accesorio, de la política docente y del currículo formativo. Las universidades que no lo hagan corren el riesgo de anquilosarse en modelos educativos inadecuados para un mundo interconectado, complejo y culturalmente plural.
El conocimiento técnico sigue siendo crucial, pero ya no es suficiente. En el aula universitaria contemporánea, enseñar implica mucho más que transmitir saberes: supone construir puentes, generar confianza, y reconocer al otro como legítimo interlocutor. Solo así podremos avanzar hacia una educación verdaderamente transformadora, equitativa y pertinente para los desafíos del siglo XXI.
📌 Consulte el estudio completo en:
https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0321490
PLOS ONE – Soft skills, multicultural attitudes and teaching quality in higher education in Colombia.
📌 Puede leer el estudio completo aquí:
PLOS ONE – Soft skills, multicultural attitudes and teaching quality in higher education in Colombia
En los debates sobre calidad en la educación superior, solemos enfocarnos en indicadores cuantificables como rankings, acreditaciones o el cumplimiento de estándares curriculares. Si bien estos elementos son importantes, existe un componente menos visible, pero esencial, que moldea profundamente la experiencia educativa: la dimensión humana del docente y su capacidad para establecer conexiones significativas con sus estudiantes.
Recientemente, junto a un equipo de investigación, publicamos en PLOS ONE un estudio que analiza cómo las habilidades blandas (soft skills) y las actitudes multiculturales inciden en la calidad de la enseñanza universitaria en Colombia. Los resultados son contundentes: los docentes que demuestran competencias como comunicación asertiva, empatía, escucha activa y resolución pacífica de conflictos no solo enseñan con mayor efectividad, sino que generan ambientes inclusivos donde la diversidad cultural deja de ser una barrera y se convierte en un activo pedagógico.
¿Por qué esto reviste tanta importancia? Porque las aulas universitarias actuales son escenarios de gran heterogeneidad. En ellas convergen estudiantes con trayectorias marcadas por diferencias étnicas, culturales, lingüísticas, de género y clase social. En contextos así, la ausencia de habilidades blandas y de una auténtica apertura cultural puede acentuar las desigualdades y limitar el aprendizaje significativo. En otras palabras, la calidad educativa no se define únicamente por el dominio disciplinar, sino también —y quizás más decisivamente— por la manera en que se enseña y por la disposición del docente para reconocer, valorar y dialogar con la alteridad.
Entre los hallazgos más relevantes de nuestra investigación, destacan los siguientes:
·La ideología multicultural —entendida como la creencia en el valor de la diversidad cultural— se asocia positivamente con actitudes inclusivas y favorece prácticas docentes sensibles a contextos diversos.
·El contacto intergrupal, sorprendentemente, no garantiza por sí solo una valoración positiva de la diversidad. Esto evidencia la necesidad de acompañar dicho contacto con procesos formativos y reflexión crítica que desmonten prejuicios y promuevan el entendimiento genuino.
·El orgullo nacional, aunque no presentó un efecto estadísticamente significativo sobre las actitudes hacia la diversidad, abre interrogantes sobre cómo construir identidad colectiva desde una lógica de inclusión y no de homogeneidad cultural.
En este contexto, el reto para las instituciones de educación superior es claro: incorporar la formación en competencias socioemocionales y en actitudes multiculturales como un componente estructural, no accesorio, de la política docente y del currículo formativo. Las universidades que no lo hagan corren el riesgo de anquilosarse en modelos educativos inadecuados para un mundo interconectado, complejo y culturalmente plural.
El conocimiento técnico sigue siendo crucial, pero ya no es suficiente. En el aula universitaria contemporánea, enseñar implica mucho más que transmitir saberes: supone construir puentes, generar confianza, y reconocer al otro como legítimo interlocutor. Solo así podremos avanzar hacia una educación verdaderamente transformadora, equitativa y pertinente para los desafíos del siglo XXI.
📌 Consulte el estudio completo en:
https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0321490
PLOS ONE – Soft skills, multicultural attitudes and teaching quality in higher education in Colombia.
📌 Puede leer el estudio completo aquí:
PLOS ONE – Soft skills, multicultural attitudes and teaching quality in higher education in Colombia