En un mundo donde las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) dominan los debates educativos, la educación artística suele quedar en un segundo plano. Sin embargo, su valor trasciende la creación de obras estéticas: es una herramienta esencial para formar individuos críticos, creativos y empáticos. Este artículo explora las múltiples ventajas de integrar las artes en la educación, respaldadas por investigaciones y ejemplos concretos.
Las artes estimulan habilidades cognitivas fundamentales. Un estudio de la National Endowment for the Arts (EE. UU., 2019) reveló que estudiantes involucrados en actividades artísticas obtienen mejores resultados en matemáticas y lectura. Esto se debe a que disciplinas como la música fortalecen el pensamiento lógico-matemático, mientras que el dibujo o el teatro fomentan la resolución de problemas y la atención al detalle. Además, proyectos interdisciplinarios —como diseñar una escenografía para una obra histórica— integran conocimientos de diversas áreas, promoviendo un aprendizaje holístico.
El arte es un canal para expresar emociones complejas. En un estudio de la Organización Mundial de la Salud (2020), se destacó que actividades como la pintura o la danza reducen el estrés y la ansiedad en adolescentes. Además, el teatro o la escritura creativa permiten explorar identidades y perspectivas, desarrollando empatía. Por ejemplo, programas como "Art Therapy in Schools" en Reino Unido ayudan a estudiantes con trauma a procesar sus experiencias mediante creaciones visuales.
Proyectos colectivos —como montar una obra musical o un mural comunitario— enseñan colaboración, comunicación y liderazgo. En escuelas de Finlandia, pioneras en educación artística, los estudiantes realizan producciones anuales que involucran a toda la comunidad, fomentando un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida.
Las artes son ventanas a otras culturas. Al estudiar música africana, danzas indígenas o literatura latinoamericana, los estudiantes comprenden la diversidad humana. Programas como "Global Oneness Project" usan documentales y fotografía para conectar aulas de distintos países, promoviendo el respeto y la lucha contra estereotipos.
La creatividad es una de las habilidades más demandadas en el siglo XXI. Según el Foro Económico Mundial (2022), el 65% de los empleos del futuro requerirán pensamiento innovador, cultivado en clases de arte. Empresas como Google o Apple buscan profesionales que combinen conocimientos técnicos con sensibilidad estética, evidenciando que el arte no se limita a galerías: es clave en diseño, marketing, tecnología y más.
Frente a argumentos que priorizan las STEM, la educación artística no es un lujo, sino un complemento necesario. Como dijo el artista brasileño Paulo Freire: "La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo". Invertir en arte es invertir en ciudadanos capaces de imaginar soluciones innovadoras, construir diálogos y abrazar la diversidad. Es hora de que políticas educativas, escuelas y familias reconozcan su papel insustituible en la formación humana.